No te voy a mentir, se me olvida recordarte. Con la pulsación opuesta a la nostalgia me hurgo en las heridas de las rodillas de un niño pequeño. Recordando la fantasía de lo que ocurrió y no la realidad sosa que provocan los que no soportan la verdad. Me miro al espejo y consigo verme con cariño, con las cicatrices en las manos, con la vista cansada y sin barba todavía, será que no maduro.
Que dureza tiene el mirarse contento pero no orgulloso en perspectiva del pasado. Casi conformista teniendo en cuenta las aspiraciones del adolescente que fuimos. Pero que fácil fue soñar, que ternura tiene el presente cuando lo comparas con los sueños pasados. Aún así no cambia la sonrisa que sale cuando imagino decadencia idealizada con la persona adecuada.